miércoles, 11 de diciembre de 2013

Las gotas como disparadores de preguntas

Las gotas como disparadores de preguntas
Por Laura CabreraEl escritor uruguayo Alberto Costa presentó su primer poemario titulado Razones de la lluvia, que concentra obras creadas a lo largo de toda su vida. Pocos nombres propios, dudas, historias de vida y el viaje al interior del ser humano, las temáticas planteadas por el autor. 



A fines del mes pasado, el escritor Alberto Costa presentó en La Usina del Arte su primer libro titulado Razones de la lluvia, obra editada por Nuevo Hacer-Grupo Editor Latinoamericano.
En poco menos de sesenta páginas, el poeta condensa lo creado en distintas épocas de su vida, a partir de experiencias personales que son al mismo tiempo universales. Preguntas existenciales y de introspectiva humana, son disparadores de una gran cantidad de posibles respuestas que serán construcción del lector, quien completará la obra a través de la resignificación de los mensajes.
Leer poesía es la práctica que más posibilidades de interpretación abre al lector, dado que representa a la subjetividad en su punto máximo. En esta idea, Alberto Costa agrega un adicional a través de la utilización de la poesía como medio para la búsqueda de respuestas sobre aspectos de la vida cotidiana, esa que a simple vista nos presenta situaciones y sobre la que el artista pone un manto de duda. ¿Fue real?, ¿por qué sucede lo que sucede?, ¿qué motivos para qué circunstancias? La existencia de hechos comunes, de personas que quizá nunca estuvieron, historias que expresan la doble cara de la soledad, de la tristeza, y hasta de las circunstancias en las que fueron escritos los textos. Todo se pone en duda.
Razones de la lluvia es un juego de palabras en donde el lector puede sentirse identificado ante la muerte de un ser querido, la pérdida de un amor o la descripción de un paisaje que evoca recuerdos, pero difícilmente pueda entender la misma sensación, sobre todo de aquellos fragmentos de obra que se presentan sin título, quizá con la intención de que sea completada en algún otro tiempo por el escritor, o por algún otro que le de otro enfoque y entienda el mensaje de otra manera.
¿Por qué llueve? La pregunta no está expresada en ningún pasaje del libro, así como tampoco lo están las razones a las que alude en el título. Es que en realidad esta idea funciona como metáfora: no importa por qué caen las gotas, importa por qué cada uno se apropia de la lluvia y qué motivos le atribuye a la misma. No se trata del fenómeno meteorológico sino del fenómeno melancólico-personal. Misma situación (la lluvia), distinta respuesta. ¿Por qué escribe el poeta? Para dejar su obra, para que esta sea interpretada y completada en manos de esos otros a los que los finales abiertos ponen en duda si todo es tal como se piensa o hay otras posibilidades escondidas en cada acción.
“A los que estuvieron, a los que fueron siendo, a los que siguen ahora, en este minuto”. Así comienza Costa a introducir al lector en su libro, ese que no tiene tiempo más que el que cada uno quiera ponerle a la hora de leer. Visto así, Razones de la lluvia concentra las pérdidas, las alegrías y las tristezas de Costa, siempre dejando en duda si tal cosa fue de esa manera y, como si quisiera generar en esa historia común la propia construcción de los hechos según quien lea.
En un lenguaje metafórico, Costa busca una “palabra ilesa”, un “silencio de la sombra”, “caminos de luz” y esperanzas que invitan a cada ser a volver a su esencia para replantearse por qué sucede lo que sucede en cada momento de la vida.
“Te inventaron un nombre para que nunca siempre existieras”, anuncia el poeta en “Cicatriz”, poema que podría entenderse como columna vertebral del texto por desnudar el carácter social de la existencia a partir de un nombre propio, de esa identidad que diferencia a uno de otro en primera instancia. Es que parece un simple detalle, pero es esa identidad lo primero que diferencia a un ser humano de otro, de allí la construcción individual y la colectiva.
El escritor detrás del libro.
Entender la obra como la historia del propio escritor podría ser una buena forma de hablar, en este caso, de poesía. Es que no se trata de exponer las ideas que se le dispararon a esta escritora (antes lectora) al momento de interpretar Razones de la lluvia, sino de saber un poco más acerca de quien lo creó.
En esa línea, Alberto Costa encierra una paradoja compuesta por dos elementos: la escritura propia y los libros ajenos. El uruguayo no solo es un poeta, es un rescatista de libros antiguos desde 1982, momento en que fundó la legendaria librería “Cueva Libros”, ubicada en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. He aquí el dato curioso, el hombre que rescató miles de historias durante treinta y un años, hoy rescata la propia, la difundida en su voz pero jamás escrita. Parte de toda una vida se concentra ahí, en las gotas de lluvia.
Entonces lo que se deja ver en la obra no son las razones de la lluvia, son las razones por las que el escritor interpreta que llueve o, del mismo modo, por qué le pasó eso que vivió en algún tiempo. Y es eso lo que quiere generar en el lector: la intriga, no ya en relación con las condiciones en las que Costa dijo tal cosa, sino esas que se dieron en la vida del lector y que le resultan familiares. 

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