viernes, 2 de agosto de 2013

Viaje al fin de la guerra en Espacio Polonia.-

                          

En su nuevo espectáculo, el teatrista e investigador oriundo del sur del Conurbano se sumerge en la crisis del 2001 y, a través de dos personajes bien delineados, trabaja temáticas asociadas a las construcciones colectivas y a las normas aceptadas. Cuestiones, todas las que trata, que sólo resolverá el espectador luego de cada función. 


Por Laura Cabrera 

Buenos Aires, agosto 2 (Agencia NAN-2013).- Los objetos en escena son mínimos, tal como sucedería al desatarse un conflicto bélico. La historia absorbe de lleno al público en una carpa en la que se desarrollan los hechos. Un sillón viejo, una botella de alcohol, un par de cantimploras, una radio, una fogata. No mucho más. Con una mínima cantidad de objetos, el dramaturgo Gabriel Fernández Chapo logra captar al espectador al punto de mezclar lo instintivo con lo socialmente construido, centrando el alma de Viaje al fin de la guerra en los diálogos. 

Lexo y Feuchito, dos amigos y estudiantes de medicina, fueron llamados para combatir en la vieja lucha entre Unitarios y Federales, conflicto que se reavivó en el tiempo en que transcurre la obra: plena crisis de 2001. El Riachuelo es la franja divisoria entre porteños y bonaerenses, bandos que con el correr de la batalla se seccionará aún más. Estallidos, aviones de guerra y disparos indican que el conflicto comenzó. 

Todo transcurre en la carpa, lo que pasa afuera no se ve, sólo se describe con palabras, lo cual invita al espectador a imaginar un escenario. Lexo (nacionalista) y Feuchito (anarquista) luchan por el bando bonaerense, aunque con contradicciones. El primero espera la medalla de honor, la recompensa por defender a su Patria y haber despejado el camino para que su ejército (el del Oeste) pueda atacar al enemigo. Su amigo no piensa más que en volver a su hogar, a su vida normal, la del estudiante de medicina. 

De cómo lo instintivo puede volverse un rasgo socializable y cómo lo establecido socialmente rompe las barreras y vuelve a su condición de instinto habla esta obra, en la que la lucha de poder se presenta a nivel macro (la división de una provincia) y en lo micro (la lucha ideológica y de mando que se ve en escena), dentro de la carpa en la que dos personas sintetizan formas opuestas de ver la realidad, ni más ni menos que lo que se supone que está sucediendo afuera. 

En poco más de una hora, Fernández Chapo toca temáticas asociadas a las construcciones colectivas y normas aceptadas, la posibilidad de la ruptura de las mismas ante una situación límite y la incapacidad de los seres humanos socialmente adaptados para entender la lucha de poder en niveles de supervivencia, a tal punto de perder la conciencia y entrar en un delirio en el que todo es posible. 

¿Cuánto vale una vida? ¿Adónde van las almas? Las preguntas van desde lo social hasta lo espiritual. Viaje al fin de la guerra cuestiona estas ideas a partir de la visión individual. Entonces las preguntas cambian. ¿Vale lo mismo la vida de un enemigo que la de un amigo? Si al fin y al cabo los cuerpos son iguales y se rigen por las mismas normas. El hecho de pensar adónde van las almas solo resurge si se trata de las de los caídos en la batalla por defender al propio bando, por lo que podría pensarse que todo suma o resta en términos de cercanía. 

 Entre juegos de palabras, delirios provocados por estupefacientes y los propios generados por la constante indecisión de si abandonar o no la carpa, la historia se sumerge en condimentos que enriquecen a los diálogos en donde una y otra vez la lucha de poder está presente: desde la batalla entre el bando porteño y bonaerense, la transcurrida en un mismo grupo y la generada entre los dos amigos, encerrados en un pequeño espacio que los obliga a encontrarse con ellos mismos y con eso que no soportan del otro. 

Con diversos recursos, la obra desnuda cómo los conflictos sociales tienen origen en los primeros núcleos, el de las amistades, el de la familia, en ese que se genera la formación del pensamiento y se levanta con una bandera en los diversos colectivos.

Así se deja ver con claridad cómo un conflicto económico como la crisis de 2001 desata la peor de las divisiones hasta generar el quiebre de las estructuras internas y la lucha por sobrevivir de la forma que sea en un ámbito en el que las amistades y las posibilidades se miden en los mismos términos que ese sistema económico dejó: el interés. 

Si hay algo a lo que invita este viaje al fin de la guerra (que se presenta los domingos a las 20 en el Espacio Teatral Polonia, Fitz Roy 1477), es a repensar en lo que se presenta como metáfora: si importa o no quién muere, adónde van a parar las almas, cuáles son los valores de la amistad y hasta qué punto es válido defender algo que fue impuesto y cada uno siente como propio (el sistema capitalista). Sin dudas son cuestiones que sólo resolverá el espectador, a quien se deja pensando en qué pasaría si esta ruptura latente e implícita a través de diferencias políticas, económicas y sociales lograra salir a la luz.

Publicado en: Agencia NaN

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