jueves, 8 de agosto de 2013

Jícara Teatro o el legado de Diablomundo

Jícara Teatro o el legado de Diablomundo
                                       Fotografía: Juan Noy 

El grupo de investigación teatral de Temperley funciona desde 2005 en el galpón que lleva el nombre del elenco que los formó. Con las mismas bases, se declaran por fuera de cualquier circuito y centran su trabajo en la fusión de disciplinas. 

Por Laura Cabrera
El galpón de Diablomundo encierra enseñanzas y moviliza el espíritu de sus creadores, el mítico grupo teatral que llevaba ese nombre, aquél que iba de un lado a otro, entre la multitud de la calle Florida y las ganas de aprender de los vecinos de Temperley, quienes participaban de las clases abiertas en la Plaza Espora, ubicada en ese sector del Conurbano sur.
El grupo fundador de Diablomundo (conformado por Roberto  y Carlos Uriona, Mirian González, Perla Logarzo y Ariel Calvis) dejó de funcionar y en su lugar surgió en 2005 Jícara Teatro, grupo de investigación y producción de espectáculos no convencionales, compuesto por Leila Kancepolsky, Mariela Rocco, Gustavo Episcopo, Enrique Pagella y Miriam González.   
Con entrenamientos en Tai Chi, la búsqueda constante de nuevas formas de hacer teatro y la responsabilidad de ser docentes de nuevas generaciones, Jícara ensaya y presenta espectáculos en el Galpón de Diablomundo, espacio que funciona desde hace 25 años en el Conurbano sur y que moviliza el espíritu de aquella agrupación, centrándose en la teoría del poema de Espronceda (El Diablomundo), según la cual cielo, infierno y purgatorio están en la Tierra.
Más allá no hay nada, todo está en el día a día, todo se mezcla y se reinventa, principio base del grupo de investigación que usa los marcos teóricos para entenderlos y romperlos, fusionarlos y crear un espacio propio, el del artista, su vínculo con la realidad y la forma en la que quiera representarla.
En diálogo con Marcha, el actor y docente Enrique Pagella habló de los comienzos de Diablomundo, el teatro en el Conurbano y la nueva experiencia del grupo, muy ligada a lo que sus antecesores dejaron.
- Jícara Teatro está en la constante búsqueda de nuevas formas teatrales. ¿Cómo trabajan estos cambios?
Tratamos de corrernos de lo habitual. Como actores nos pasaba que muchos de nosotros además de actuar escribimos, otros son músicos o artistas plásticos. Entonces empezamos a pensar en hacer un trabajo desde la interdisciplina. Un ejemplo de esto es nuestro actual espectáculo, el ciclo “MMM”, una varieté un poco corrida de eje, por un lado porque incorporamos la literatura y por otro porque el humor no es lo central, hay otro tipo de géneros que dan lugar a otras sensaciones.
La varieté por lo general tiene ese ritmo intrigante y adrenalínico. En el caso de “MMM” todo se da de forma más pausada, tenemos monólogos, lectura de poemas acompañados con música, es muy distinto a lo tradicional.
De esta manera trabajamos ese cambio a partir de la inquietud de muchos que además de actuar nos interesamos por otras cuestiones del arte, y buscamos en un espectáculo un lugar en donde sentirnos cómodos.
- Teniendo en cuenta esta fusión de disciplinas, ¿hay alguna manera de definir esa forma de trabajo?
Investigar es una constante en nosotros, podríamos definirnos entonces como un grupo basado en el teatro antropológico. Somos una productora artística por fuera de lo comercial, como lo fue Diablomundo. Hoy Diablomundo es un espacio y Jícara Teatro funciona dentro de él.
Nuestra forma de trabajar tiene que ver con la enseñanza que dejó esa época dorada de Diablomundo. Ellos nos incentivaron a la investigación, a laburar desde lo extracotidiano en representación de lo cotidiano. Buscamos elementos para nuestras obras como el equilibrio precario, la idea de que toda emoción nace en su contraria. Lo constante en nosotros es buscar todo el tiempo para incorporar nuevas ideas como actores y como docentes.
Una diferencia es que esta generación, la de los “jurásicos” (como nos entendemos ante la nueva camada de alumnos) a comparación de la de los 80, es más interdisciplinaria. Eso es lo que nos da la formación a partir del teatro antropológico, o la inclusión del Tai Chi para trabajar los ejes corporales.
- Alumnos en los '90, docentes en la actualidad y en la búsqueda de mejorar lo que todavía no aprendieron, ¿cómo se complementan?
Como docente soy muy distinto, a veces pienso que hago cosas que si llegan a verlas quienes fueron mis docentes, me lo recriminarían. Pero pasa justamente porque soy distinto. Doy talleres con mi esposa (Leila), ella era la mejor alumna, yo era rebelde. En ese aspecto intentamos encontrar un equilibrio.
En cuanto a la forma en la que a mí en enseñaron, fue desesperante por esto de que siempre estás esperando que te digan qué tenés que hacer. Ellos (los antiguos Diablomundo) no creían en la técnica. Si bien modelaban técnica no creían en ella, creían que cada uno busca su propia técnica.
Hoy les decimos a los alumnos que para aprender es necesario un marco pero una vez que ese marco se conoce, hay que romperlo y crear el propio. Hay gente que piensa que al marco hay que presentarlo como inamovible e inquebrantable. Para nosotros es necesario para el aprendizaje pero cuando se incorpora, hay que usarlo para crear el estilo propio.
- Al mismo tiempo las realidades son distintas, hay otras inquietudes…
Sí. Todos nosotros fuimos y somos docentes en instituciones públicas y privadas y vemos que ese también es un pequeño Diablomundo en el que los pibes se encuentran en una búsqueda. La educación formal tal cual está dada los aburre. Están aburridos del colegio. Para mí el colegio era una obligación, algo que estaba y había que hacerlo. Estos pibes se plantean todo. En el taller que tengo para adolescentes pasa eso. La otra vez les pedí que armaran una secuencia y cuando volví habían armado una en contra del trabajo formal. A los diez u once años ya se están planteando esa diferencia con lo no creativo.
Son pibes que van de un lado a otro. En la tercera edición de la “MMM” abrieron con un poema de Oliverio Girondo y en la varieté de este fin de semana hicimos una obra en donde yo era el jefe de los payasos. Todo terminó con ellos pegándome tortazos, a lo que siguió una guerra de tortas en toda la sala. Esas cuestiones que tienen que ver con el relato no lineal, con la metáfora teatral y la lectura eran las que hacían que la gente no entienda los espectáculos de Diablomundo. Hoy tranquilamente pasamos  de un texto de Girondo a los tortazos al estilo de Los Tres Chiflados. 
- Dentro de ese marco la pertenencia a un espacio juega mucho. ¿Cuál es la relación de Diablomundo con esa identidad que tiene que ver con ser un grupo de teatro del Conurbano sur?
Hay mucha gente de la zona que pasa, ve el lugar y pregunta cuándo lo abrimos. Cuando se enteran de que el espacio existe desde hace 25 años se sorprenden porque nunca lo habían visto. Pero Diablomundo nació en la calle. Desde los espectáculos sobre Florida hasta las clases abiertas acá en la zona, el grupo también tiene su identidad en el barrio.
Nosotros siempre privilegiamos la investigación, la producción y la relación con la comunidad. En los 90 Diablomundo salió a hacer espectáculos en la plaza Tomás Espora y fue un gran fenómeno. Salieron a hacer talleres libres al punto de llegar a tener 500 alumnos por semana. Yo participé y me acerqué al grupo gracias a esa plaza. Conozco al menos 20 actores de la zona que se formaron en esa plaza.
- Más allá de esos logros, sigue siendo difícil mantener una sala, ¿cómo sobrevive 25 años un grupo de teatro independiente en esta zona?
El teatro en Argentina tiene dos paradojas absolutas: una es que gracias al Instituto Nacional del Teatro sobrevive el 80% de las salas de todo el país. La otra es que el teatro independiente lo es entre comillas, por este porcentaje que digo.
En 2011 los subsidios se empezaron a retrasar, lo que nos llevó a una crisis económica. Veníamos 11 meses atrasados con el alquiler. A partir de eso decidimos ser independientes del subsidio. Está funcionando bien, lo que quiere decir un “excelente empate”. Todo esto nos hizo entender que el subsidio era la política contraria a la que siempre estuvo ubicada nuestra forma de trabajo.
Teníamos que generar recursos genuinos porque al abocarnos a la investigación y a la producción, la gestión de la sala estaba en un tercer lugar. Tenemos una política de apertura en todos los frentes y pensamos en cómo hacer eso sin traicionar la historia del lugar y sus objetivos. Creo que lo estamos logrando.
- Este problema es una constante en todas las salas de la zona…
Sí. Por un lado el tema de los recursos económicos pasa porque históricamente el problema es que el público somos nosotros mismos, pero cada uno está trabajando en su sala, por lo que no siempre podemos ir a ver otros espectáculos.
A eso hay que sumarle que quien quiere ir al teatro le dice a la mujer “gordi, ¿vamos a ver una obra de teatro?” y lo que hace es ir a buscar a las figuras de la televisión.
Otra realidad es la de los medios masivos de comunicación, en donde no hay mucho lugar para el teatro independiente. Nosotros y todas las salas que están trabajando en la zona, no nos dedicamos al teatro de industria. Cada una tiene su personalidad en cuanto a lo que produce, por eso estamos afuera de cualquier circuito.
- Entonces, ¿cómo manejan este faltante del subsidio?
Nos hace completamente independientes. Este es el tercer sitio del país con la más alta densidad de salas y centros culturales por cantidad de habitantes. No solo eso, sino además la calidad de artistas de la zona es numerosa y muy profesional. Hay músicos, escritores y actores excelentes. Esta es una región que tiene algo muy particular en ese sentido. La actividad artística en el conurbano sur es impresionante. En la Red Teatral del Sur hay más de 30 grupos.
Lo maravilloso es la organización que tenemos entre todas las salas. Pudimos llegar a un acuerdo y utilizar la plata del subsidio no para una sala en particular sino para mantener la página de la Red Teatral del Sur, en donde publicamos información sobre nuestros artistas. También decidimos que esa plata iba a ser destinada a los festivales, como por ejemplo el Festival de Teatro Joven que se va a desarrollar durante el 28 y 29 de septiembre.

Publicado en Marcha.org.ar, el 06/08/2013

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