martes, 6 de septiembre de 2011

Discos: 400 (Venus de Milo, 2010).-

La banda marplatense presenta su nuevo material: una docena de temas enérgicos, armoniosos y perturbantes, con un estilo que va de lo actual a lo futurista.


Por Laura Cabrera

Buenos Aires, agosto 5 (Agencia NAN, 2011).- La Venus vive desnuda pero toma sol en bikini. Debe ser por eso que en la tapa de 400, el último disco de la banda marplatense Venus de Milo, su piel de mármol quedó marcada. Como se ve, la gran mujer está conectada a un motor que por debajo de la tierra desparrama tubos que llegan a diversos puntos de la ciudad. Será ese el motivo por el cual el amor y la belleza se desparramaron por aquel mundo de papel salpicado en el arte de tapa, y también en el compacto que presenta doce temas, que van de lo actual a lo futurista, entre lo armónicamente bello y lo perturbante.

La música de Gaspar David (voz, guitarra y órgano), Lucho Ferro (guitarra y coros), Hernán Díaz (bajo y coros) y Bruno Dante (batería) varía entre sonidos eléctricos y otros un tanto clásicos, siempre con un estilo ruidoso marcado por la batería. Con un aire a The Strokes, el disco sorprende no solo por la energía sino también por las letras contestatarias y al mismo tiempo sensibles, que buscan generar en los oídos y en las cabezas de quienes oyen, algún ruido que sobrepase lo sonoro para abrir el juego a las ideas relacionadas a las personas, los amores y la posibilidad de escapar a otros sitios.

Uno de los primeros temas que sorprende es “Sonata”, el séptimo corte (o el que da inicio a la segunda parte) ya que musicalmente rompe con lo que hasta ese momento venía siendo lineal: al inicio, un órgano se oye como si fuese la sonorización de un videojuego, algo que se repite en “Patadas de Plata”.

Otra variedad se presenta a través de las letras, ya que representan historias relacionadas con la necesidad de seguir en movimiento, por no perder de vista a la autocrítica, el repudio por las verdades mundanas y la aparente búsqueda de lo emergente, de lo que musicalmente resulta nuevo y de lo que en algún lugar serían pequeños paraísos contados en palabras.

Si bien la mayoría de los temas atraen por la calidad sonora y la abundancia de arreglos musicales en los que puede notarse el predominio de la batería, ”El faro del fin del mundo”, penúltimo tema, anticipa que el disco se está despidiendo: el corte baja la tensión de la decena que antes llamaba al pogo y presenta sonidos más relajados aunque marcados por la guitarra eléctrica.

Ya para el final, la rareza. “La Isla del Tucán” cierra el disco con un ritmo bailable y una letra que en breves minutos se adhiere a las cabezas: “Voy a ir a la isla de la que hablás/voy a ir a la isla del tucán”.


Publicado en Agencia NAN 6-09-11

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