lunes, 22 de octubre de 2012

ARTE COLECTIVO Y SOLIDARIO PARA REPRESENTAR EL TRABAJO DE CASA MANU


A través de una iniciativa que involucra a artistas plásticos, voluntarios y vecinos, la entidad abocada al cuidado de chicos y chicas con VIH tendrá un mural que celebrará el trabajo realizado desde hace diez años.


“Donanos tus cositas cachadas”. Ese fue el asunto del correo electrónico que circuló durante varias semanas entre todos aquellos que colaboran con Casa Manu, la organización de la sociedad civil que en el sur del conurbano bonaerense trabaja con chicos y chicas con VIH. La iniciativa planteaba que cada uno acerque al hogar aquellos objetos de vidrio o cerámica que consideren en desuso, objetos que luego fueron reciclados en el “Árbol de la vida”, un mural creado por un grupo de voluntarios y con la artista plástica Eliana Eschave a la cabeza.

“Una vez escuché que desde una avioneta se promocionaba la Feria Americana de Casa Manu. Yo no sabía lo que era y empecé a buscar información. Ahí me enteré que estaba acá, en Monte Grande, lugar en donde yo vivo, y me pareció que tenía que hacer algo por ellos”, explicó Eschave, que si bien ya realizó murales en otras instituciones, nunca lo había hecho en una de su propio barrio, motivo que le dio un valor extra a la tarea que realiza en forma solidaria.

El proyecto fue recibido con entusiasmo, por lo que además de la campaña impulsada por el Hogar para recolectar objetos que se puedan reciclar (ya que Eschave realiza murales con la técnica de reciclado de cerámicos y vidrios), la muralista comenzó una campaña por Facebook, invitando a sus conocidos a participar, lo que sumó gente al proyecto. Así se conformó el grupo de trabajo que todos los fines de semana se acerca a “la casa de Weiman” para trabajar sobre una de las paredes.

El dibujo era simple pero decía mucho: “Árbol de la vida”, como fue titulado, está compuesto por un inmenso arbusto en tonos de verde y marrón, un cielo con diferentes tonalidades de azul y, entre ellos, los niños y niñas que, sentados en algunas ramas, pescan corazones que se encuentran dispersos a lo largo de toda la pared.

“Ellos están pescando algo, como los 18 niños que hoy están acá y los 54 que pasaron a lo largo de estos diez años. Pescaron la posibilidad de un destino diferente a partir de todo lo que sabemos sobre el VIH y las formas de vivir como lo hace cualquier persona”, expresó la directora de Casa Manu, Silvia Casas, a la hora de hablar de la carga simbólica de la obra.

“Árbol de la vida” no tiene fecha de finalización, ya que al tratarse de “arte colectivo” desde la forma en la que se recolectan los materiales hasta la manera en que se va construyendo la imagen sobre la pared, todo dependerá de la cantidad de cerámicos, botellas, tazas y platos que vayan llegando al hogar. Mientras tanto, Casas asegura: “Cada pedacito de cerámica que le agregan representa mucho, porque ahí va una parte de la sociedad, que es la que siempre nos acompaña y nos respeta”.

“HOY CASA MANU ES UN PROYECTO COMUNITARIO MUY GRANDE”
El pasado 4 de octubre, Casa Manu cumplió diez años en la tarea de acompañar a niños y niñas con VIH y en situación de riesgo. En diálogo con Auno-Tercer Sector, la directora del Hogar, Silvia Casas, hizo un repaso por los principales logros y los obstáculos que surgieron a lo largo de esta década.

Casa Manu comenzó con un pequeño hogar y de a poco se convirtió en un proyecto que involucró a toda la sociedad, ¿cómo se dio ese cambio?
Al principio el hogar tuvo un objetivo asistencial, para los chicos que llegaban con necesidades afectivas y de asistencia médica. Hoy Casa Manu es un proyecto comunitario muy grande, en donde además de ese cuidado realizamos capacitaciones. En este camino tuvimos la suerte de contar con la colaboración del Municipio (Esteban Echeverría) y con el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. En esa línea pudimos llevar a cabo un proyecto de Salud Comunitaria en 4 CIC del distrito, en donde capacitamos a 60 manzaneras sobre el VIH/Sida, salud sexual y reproductiva, y el tema de la nutrición como eje transversal. También contamos con el apoyo de la Dirección Nacional de Sida y algunas empresas que realizaron su aporte a lo largo de estos diez años. Lo bueno de todas las actividades que salieron de Manu es que se fueron haciendo conocidas y eso no es bueno sólo para el hogar sino para que más instituciones, más organismos y más empresas estén al tanto de la problemática y nos ayuden a transmitir formas de prevención y a desmitificar todo eso que se dice sobre el VIH/Sida.

Hace algunos años usted hablaba de lo difícil que era llegar a las escuelas para hablar sobre estos temas, ¿considera que hay una mayor apertura?
Todavía sigue resultando difícil, pero no es por los chicos. Ellos no discriminan. El problema muchas veces son los padres que, cuando su hijo llega de la escuela diciendo que tiene un compañerito de Casa Manu, inmediatamente ese papá va a hablar con las docentes porque en algunos casos consideran peligroso que un niño con VIH asista a la misma escuela que su hijo. Ante esta situación no todos los docentes pueden responder porque no todos están informados y no todos hablan sobre el tema. Entonces no creo que esto sea algo que nosotros como institución debamos hablar con los chicos o con los padres. Creo que el punto está en capacitar a los docentes para que sean ellos quienes enseñen a los chicos, porque son quienes pasan horas con ellos y son ellos en quien confían. Es importante saber, por ejemplo, que de un argentino que sabe que tiene VIH y recibe tratamiento, hay nueve que no lo saben. Veamos entonces la fuerza que toma esta situación en la que un padre se queja porque en la escuela a la que va su hijo hay un chico con VIH. Es de gran importancia que ese chico lo sepa, hay muchos que no lo saben y además están en peligro.

Otro problema frecuente en todas las OSC es la cuestión económica, ¿con qué recursos cuentan actualmente?
Fundamentalmente hay mucho trabajo de la comunidad, que siempre nos da una mano. También nos sostenemos con las ferias americanas y diferentes actividades que realiza el hogar. Es muy difícil mantener un hogar, sobre todo cuando hay un gobierno provincial ausente que cuando envía fondos, nos encontramos con que son irrisorios para el tipo de actividad que realizamos. Actualmente tenemos a 18 chicos viviendo aquí, dos de ellos con capacidades diferentes. Contamos con una casa hecha a partir de mucho esfuerzo, pero es una casa que tenemos que mantener, que representa un gasto muy grande. Lo que hicimos y lo que continuamos haciendo tiene que ver con la colaboración de todos, después de diez años puedo decir que todo esto se construyó con comunidad.

Hace poco se les cedió en comodato la calesita de la Plaza 25 de Mayo, de Luis Guillón. Más allá de ser un símbolo de la infancia, ¿qué importancia cobra el hecho de que ustedes puedan estar ahí como institución?
Por una parte, la calesita nos dejará alguna ganancia, ya que todo lo que ingrese por la venta de las fichas servirá a Manu como una entrada más para seguir sosteniéndonos. Pero por otra parte, el hecho de que seamos nosotros los que estemos ahí y que además lleve nuestro nombre implica que la gente se entere de qué se trata. Necesitamos que la gente se entere y que además se involucre, que difunda que existe un hogar para chicos con VIH en su comunidad y que además es el único en el país con estas características. Enterarse de la existencia de Manu derriba un montón de barreras que tienen que ver con la discriminación y con la posibilidad del entendimiento y la inclusión.

Por Laura Cabrera. Publicado en la Agencia Universitaria de Noticias y Opinión.

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