No hay condicionamientos físicos ni límites de edades. Tampoco estructuras fijas ni movimientos clásicos. El proyecto de Aurelia Chillemi busca romper con la rigidez “elitista” de la danza para dar lugar a obras y coreografías pensadas por todos. “Buscamos códigos propios”, afirma la impulsora de los talleres que se brindan todas las semanas en la fábrica recuperada Grissinópoli.
Por Laura Cabrera
Fotografía gentileza de "Bailarines toda la vida"
Buenos Aires, julio 20 (Agencia NAN-2012).- Todo comenzó en 2002, a
partir de la presentación del proyecto “Bailarines toda la vida. Los espacios
de desarrollo creativo mejoran la calidad de vida de las personas”, ideado por
Aurelia Chillemi y presentado en el Instituto Universitario Nacional del Arte (IUNA)
sin saber que, una vez aprobado y puesto en funcionamiento, el taller se convertiría
en la primera experiencia abocada a la danza comunitaria en Argentina. Aquí no
hay directores ni límites de edad. Tampoco se habla de “clases” sino de
“encuentros”, momentos que transcurren todos los viernes por la tarde en la
fábrica recuperada Grissinópoli, de Chacarita, en donde el lugar para la danza
y el arte es entendido como un instante de coincidencia, reflexión y tolerancia
con los otros.
Psicóloga y danzoterapeuta de
profesión, Aurelia entiende al baile despojado de aquél aspecto elitista y
selectivo con respecto a la estética del cuerpo perfecto y a los escenarios
adecuados. Cualquier lugar y cualquier persona puede sumergirse en la danza. “Tener
acceso al arte de la danza es un derecho social. Nuestros pueblos siempre
bailaron”, asegura Chillermi sobre esta disciplina en la que reconoce
beneficios múltiples: el fortalecimiento del espíritu, las mejoras en la salud
física y el compromiso social que implica que profesionales, estudiantes, niños,
padres y abuelos, puedan reunirse en un mismo espacio para romper el protocolo
de los ensayos y los movimientos precisos.
Este último punto fue una de las
principales motivaciones para poner la iniciativa en movimiento: la necesidad
de crear redes sociales en espacios de lucha social y entender a los talleres
no como lugares específicamente para la formación de bailarines profesionales
sino de futuros coreógrafos o investigadores que expandan el concepto de danza
comunitaria, idea que fue mutando hasta tomar vida propia, a partir de la idea
de Chillemi.
Su creadora dialogó con Agencia
NaN y explicó de qué se trata este fenómeno aún en crecimiento, originado
por la disconformidad que generó aquél 2002 cargado de violencia y desunión, cuando
para algunos, como ella, el arte se erigió como una herramienta de
transformación social.
--¿Qué es lo que empuja al brote de la danza comunitaria?
-- La primera idea fue la de hacer
un elenco integrado y abierto a la comunidad que luego fue tomando forma
propia. La danza comunitaria pasó a ser aquella que se realizaba en un espacio
no convencional, no es lo mismo bailar en un estudio que en una fábrica
recuperada. Además acá pueden participar niños, adultos y adultos mayores, no
importa si saben bailar o no. Pero dentro de esta idea de creación colectiva
también hay un objetivo claro, que es el de presentar una obra pensada por
todos, acá no hay un coreógrafo que propone una obra o movimientos. Surge todo
a partir de consignas de trabajo pero despegándose del lenguaje codificado de
la danza, hecho que permite la búsqueda de los códigos propios a partir de los
movimientos de cada intérprete, lo que genera un mayor compromiso y conexión
por parte de los integrantes.
--¿Qué diferencias existen con la danza convencional?
-- Acá se trabaja a partir de un
elenco móvil, esto significa que todos aprenden todos los roles. Nosotros
creamos a través de ideas o disparadores que tienen que ver con los derechos
humanos y la tolerancia. A partir de estos temas comenzamos a improvisar en los
ensayos, de acuerdo a lo que cada uno propone. De manera que la creación de las
coreografías es algo que sale de todos. Lo mismo pasa con la música, en cada
ensayo nos acompaña Osvaldo Aguilar, un músico que improvisa mientras nosotros
bailamos, por lo que el proceso creativo también tiene que ver con lo que se
quiere decir desde el sonido. Pero más allá de que no haya quién diga cómo se
debe bailar, esto no significa que no tenga una estructura. Nuestro trabajo
presenta cierta plasticidad en los ensayos pero a la hora de llevar la puesta
en escena tenemos una estructura y la misma responsabilidad que tienen los
bailarines profesionales. El hecho de que muchos lleguen sin saber bailar y de
que otros no asistan a todos los encuentros no es un condicionamiento.
--Esta idea de “elenco móvil” ¿presenta o presentó en algún
momento dificultades a la hora de llevar adelante un ensayo?
--Al principio fue difícil porque no
estaba acostumbrada a coordinar grupos con estas características, sentía que
cada ensayo era como volver a empezar porque un viernes iban 30 personas y al
otro viernes de esas volvían 10 y las otras 20 eran nuevas. Me encontraba con
mi propio enojo porque pensaba que la gente no se responsabilizaba. También me
encontraba con el enojo de los chicos que sí estudiaban danza en otro lugar, porque
ellos también tenían esa idea de la estructura. En una charla, ante las quejas,
les dije “ustedes tienen que pensar que esto no es solamente un elenco de
danza, esto es un proyecto social”. Cuando se los dije, eso me tranquilizó
muchísimo. Entonces entiendo que esto es un elenco que tiene una estructura en
escena, pero también tiene la plasticidad para entender que si alguien viene es porque
realmente lo desea y si en algún momento no puede venir por algún problema, eso
no merece castigo. La gente llega acá porque lo necesita, porque le hace bien.
Entonces los códigos nos son los que tiene un elenco convencional en donde las
responsabilidades son otras. Hay una ventanita que se llama comprensión frente a
lo que le pasa al otro.
--Además de estas características,
“Bailarines toda la vida” se presenta como otro modo de encarar las cuestiones
estéticas. ¿A qué se refiere con esto?
--Tiene que ver con terminar con ese aspecto
tan elitista que a veces contiene la danza a la que se le contrapone la
inclusión, concepto con el que nos movilizamos desde este espacio. Siempre se
pensó que el baile es para personas con un físico determinado, con flexibilidad
y capacidades exclusivas. Suele pensarse que si no cumplís con esas
condiciones, vos elegiste a la danza pero ella no te eligió a vos. Yo pienso
que cualquier persona puede acercarse a esta disciplina porque la danza es un
derecho al que todos los ciudadanos debemos acceder, tener acceso al arte de la
danza es un derecho social porque los pueblos siempre danzaron, esto hace bien
al cuerpo y al alma. Soy conocedora de los beneficios que genera el baile
porque soy psicóloga y danzoterapeuta, actividades que me llevaron a inclinarme
por un proyecto pensado desde la prevención de enfermedades por lo que el arte
aporta a la salud. Trabajamos por el cuerpo, donde están contenidas nuestras
emociones y nuestro mundo interno.
--¿Qué implica ensayar en una
fábrica que contiene una importante carga social por haber sido recuperada por
sus trabajadores?
--Es
un espacio no convencional. La idea de trabajar dentro de un lugar que fue
recuperado también genera en el que asiste cierta movilización por cuestiones que
tienen que ver con lo que nos pasa como colectivo, de no ser así, nunca se
acercaría y mucho menos pensaría en bailar con alguien que no sabe hacerlo en
forma profesional. Lo cierto es que al que viene se le abre la cabeza. Algunos
llegan por curiosidad, como los bailarines profesionales y estudiantes de danza
que terminan enamorándose del contexto distinto desde donde se encara y
determina la obra. Recuerdo que cuando empezaron los talleres, en plena
movilización social, una mujer llegó a la fábrica por comentario de una amiga.
Vino para saber de qué se trataba. Al finalizar la clase me contó que le
parecía mentira estar bailando en una fábrica y que se había dado cuenta de lo
diferente que puede ser una problemática social como la desunión o, como
contrapartida, la unión y la lucha de quienes recuperan una fábrica y generan
redes sociales para la reflexión y la transformación a través de expresiones
artísticas. Eso es lo interesante de la danza en una fábrica, la posibilidad de
generar conciencia social.
--El grupo se caracteriza por interpretar obras propias
relacionadas a los derechos humanos y la inclusión ¿qué temáticas específicas
trataron?
--La mayoría tienen que ver con
injusticias sociales, con hechos de violencia que marcaron la historia y que
aún hoy se siguen viendo en menor medida o de otras formas a partir del abuso
de poder. Tenemos una obra a la que llamamos “La Oscuridad”, un homenaje
a los desaparecidos durante la última dictadura militar en Argentina. Otra es
“El Baile”, una representación en donde se refleja el maltrato hacia los
conscriptos a quienes se les hacía el “baile” como técnica de castigo,
situaciones muy crueles en donde se les exigía más de lo que podían. Desde que
se conoció la muerte del soldado Carasco, el servicio militar dejó de ser
obligatorio pero la violencia se sigue ejerciendo y es eso lo que mostramos.
También tenemos una obra como “Y el mar”, dedicada a los familiares de los
desaparecidos. De esta pieza hicimos una videodanza para la semana del 21 al 25
de marzo. La realizamos en el Partido de la Costa porque consideré que ése era el escenario
natural que tenía que tener. Fue en el mar en donde aparecieron los cuerpos de
las monjas francesas, de Azucena Villaflor y de otros tantos activistas que
fueron torturados durante los denominados “vuelos de la muerte”.
--¿Cómo reacciona el público frente al contenido emocional de
las obras?
--Yo pienso que la persona que va a
ver un espectáculo de danza comunitaria tiene alguna inquietud en relación con
lo social. Nos vieron muchos maestros de danza que se quedaron maravillados con
nuestro trabajo. La gente se conmueve mucho y en muchos casos preguntan si
pueden participar. Igualmente, nosotros en cada encuentro damos un momento para
la reflexión y el intercambio por todo lo que moviliza hablar sobre esto, de
manera que no resulte chocante el encontronazo con esa realidad, ya que los
espectáculos son vistos por niños, sus padres y sus abuelos. Aquí se juntan
todas las edades, por eso hay que pensar en cómo expresar lo que queremos
transmitir.
--Ahí es donde su produce esa red social que se intenta
construir…
--Sí. Lamentablemente niños y adultos
viven muy aislados. Hay mucho trabajo en la computadora y en lugares muy
pequeños. Tener un espacio en donde estemos todos en movimiento y en donde el
foco se pone en la posibilidad de comunicarse y encontrarse nos da la
posibilidad de beneficiar nuestra salud emocional, espiritual y social. Por eso
creo que tenemos que hacer un gran esfuerzo para sostenerlo y para que se
multiplique el proyecto. Sería muy importante que se puedan coordinar más
grupos (actualmente hay uno en Tolosa, otro en Catamarca y otro en Salta) para
que esto sea una cátedra abierta en la universidad. De esa forma, todos podrán
cursar la materia “danza comunitaria” y encontrarse con personas con las mismas
inquietudes que quieran abrir otros espacios, porque por ahora somos pocos.
Bailarines Toda la Vida: http://www.bailarines-tlv.blogspot.com.ar/
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