El quinteto de rock folclórico
presenta una docena de temas en la que la fusión rock/pop se entremezcla con el
popular universo musical de las zambas y chacareras, generando como resultado
un disco diverso y rico por sus matices.
Por Laura Cabrera
“Viento donde
estés,
Te he dejado
abandonado,
Ven por mí hoy,
Todo mi dolor te
espera.”
(Para el viento, Guauchos)
Buenos Aires, junio 11
(Agencia NAN – 2012).- Si
hablamos del guaucho, nos estamos refiriendo a un arbusto de pequeñas y gruesas
hojas que pueden arder fácilmente, aún estando verdes. Ahora, si de referencias
musicales se trata, Guauchos es un quinteto de rock folclórico nacido en
Formosa, lugar del que tomó la música popular para transformarla en sonidos
fuertes, sin perder la esencia de ese estilo popular cargado de melancolía.
En
esta placa, su ópera prima, la banda norteña compuesta por Federico Baldus (voz,
guitarras y secuencias), Juan Manuel Ramírez (batería, bombo leguero y
programaciones), Lucas Caballero (guitarras y coros), Juan Miguel Castellani
(guitarra eléctrica) y Albano Caballero (bajo) presenta una docena de temas --diez
con letras propias-- cuyo orden altera las emociones y sumerge al oyente en un
mar de ciclotimia: por momentos melodías lentas y letras tristes y, en otros
casos, un rock al mango y el folclore jugando entre tiempos e instrumentos que
osan expresarse libremente entre la fuerza de una guitarra eléctrica y la
fortaleza de la voz de un cantante que desliza palabras entre la ternura y la
furia.
Una
de las razones que hace de este disco un “diamante” entre todos aquellos que
forman parte de la música folclórica emergente es su versión del clásico
“Dejame que me vaya” (de Cuti Carabajal y Roberto Ternán) que, lejos de
mantener la estructura, la rompe por completo y la transforma en un pop con
bases electrónicas, bombo, platillos y guitarra acústica que llega a su
estribillo de una manera más rockera en la que a pesar de este cambio brusco de
estilo, suena bien decir “Siempre en el corazón guardo una chacarera, dejame
que me vaya y que con ella muera”.
Entre
la figura popular del gaucho de costumbres campestres y el guacho como el
huérfano (palabras que jugaron a la hora de ponerle un nombre a la banda), los
Guauchos tomaron la identidad de su tierra y sin padre ni madre que en lo
musical los encasille, fusionaron varios estilos para prenderse fuego como las
hojas de ese arbusto que suena impecable a medida que avanzan los tracks.
Partiendo
de esa base, la banda rompe con un esquema y libre de prejuicios se anima a
probar cambios que dan aire al folclore, generando una nueva identidad que a lo
mejor sirva para acercar a los más jóvenes a este estilo que guarda tantos
encantos y hace que en cualquier fiesta o peña, uno se levante a bailar aunque
sea sin saber.
En
su tapa la aridez del norte está representada en colores cálidos: una palmera y
algunos yuyos, un ave que se acerca. En su interior algo crece, futuras
melodías populares, quizás. Lo que sí se sabe y es seguro es que la fuerza de
los Guauchos puede llegar a atraer desde los más ortodoxos folcloristas hasta a
los más fieles seguidores del rock and roll.
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